Simón Rodríguez y la planificación (segunda parte)

Alí Ramón Rojas Olaya

Docente investigador FEVP
Rector de la Universidad Experimental de la Gran Caracas

Inventamos o erramos

La obra política de Simón Rodríguez es producto de una planificación, es decir, no es producto del azar. Él no andaba por allí con una moneda preguntándose ¿inventamos o erramos? Sobre el azar es categórico “la posibilidad es el país de las vanas observancias, con ella fraguan los hombres limitados sus enredos, y los imaginativos sus ficciones”. Inventamos o erramos es la conclusión de un análisis comparado que hace Rodríguez entre las relaciones que tiene Estados Unidos e Inglaterra con las de la América española y España. Parte de un cuestionamiento: Consideramos a Estados Unidos “como el país clásico de la libertad” y creemos que hasta “podemos adoptar sus instituciones, sólo porque son liberales”. En efecto los son, dice, pero “¿el suelo, su extensión, sus divisiones, su situación, los hombres, sus ideas, sus costumbres, las razas, las clases, las creencias, las necesidades, la industria, la riqueza, donde están?”. Rodríguez, no sólo sabe donde están, sino que sabe cómo Estados Unidos crece gangrenariamente exterminando pueblos, razas, siembras, búfalos y culturas autóctonas. Rodríguez, que conoció la sociedad esclavista porque vivió allí entre 1798 y 1800 y que conoció la Inglaterra de la Revolución Industrial, dice con desdén: “digamos lo que de la Inglaterra—aquello es para visto y…nada más. El que visita los Estados Unidos, cree hallarse en Inglaterra, en tiempo de una feria, a que han concurrido todas las Naciones Europeas. Cada una conserva su carácter; pero el dominante es el inglés”. Sobre la relación entre la América española y el Reino de España, Rodríguez explica: “los hijos de los españoles, se parecen muy poco a sus padres: la lengua, los tribunales y los templos engañan al viajero; no es España; aunque se hable español— aunque las leyes y la creencia religiosa, sean las mismas que trajo la conquista. La única analogía que hay, entre las dos Américas, es la noble idea, que ambas tienen, de la utilidad de la esclavitud. Los angloamericanos han dejado, en su nuevo edificio, un trozo del viejo— sin duda para contrastar— sin duda para presentar la rareza de un hombre mostrando con una mano, a los reyes el gorro de la libertad, y con la otra, levantando un garrote sobre un negro que tienen arrodillado a sus pies”. La interpretación que hace Rodríguez de Inglaterra no tiene desperdicio: “los Ingleses gustan mucho de antigüedades— a veces imitan ruinas, por adorno —sus jardines tienen siempre algo de rústico— bosquetes, cascadas, rocas cubiertas de musgos, grutas. Un tronco viejo, cariado, torcido, cavernoso, con uno que otro vástago, arrastrándose en un pantano artificial… es pieza del jardín del soberano o de un lord, por lo menos. Es tal la miseria del hombre que hasta la perfección de su industria le fastidia. Aburridos de la esplendidez de su mesas, muchos ricos del continente, van al campo a comer, en la choza de un campesino, una mala cazuela, por variar —y [de camino] por humillar a aquella pobre gente con su fausto —con sus fingidas atenciones, con sus burlas— con las impertinencias de sus señoritos— y con la insolencia de sus lacayos”. La única similitud que ve Rodríguez en ambas relaciones: Estados Unidos / Inglaterra y América española / España es en “la idea madre de ser necesarios los esclavos para cultivar la tierra, y en las ideas hijas sobre cuáles deben ser los medios de animar al trabajo”. Sobre la diferencia entre ambas relaciones, Rodríguez, en un ejercicio cultural de excelsa filigrana, la expone así: “los angloamericanos tienen a sus esclavos a distancia— los suramericanos se rozan con ellos, y con ellas…se casan”. Previo al final Róbinson se hace (o nos hace) una pregunta para cuestionar la forma en que culturalmente se aborda el momento histórico: ¿Dónde iremos a buscar modelos? Su respuesta es contundente: “La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”.
Carlos Matus
El rodrigueano chileno Carlos Matus decía en los años ochenta del siglo XX que “en América Latina, necesitamos con extrema urgencia elevar la capacidad personal e institucional de quienes acceden al gobierno, pues, lamentablemente, estos no están preparados para gobernar”. Para este teórico “los problemas del futuro requerirán equipos de gobierno excepcionales para enfrentarlo, o la democracia será imposible”. De hecho explica que incluso hasta “podemos perderla por desilusión sobre sus bondades o desesperación por transformarla”. La propuesta del economista chileno es clara: es vital “seleccionar, formar y actualizar acertada y aceleradamente a los miembros del equipo de gobierno, so pena de ser víctima ciega de ministros o asesores tecnocráticos, la mayoría de las veces deformados por ciencias parciales, en muchos casos superadas, que estos aplican, desconectados de los intereses y necesidades políticas”.
Esta sentencia de quien fuera Ministro de Economía, Fomento y Reconstrucción de Chile durante el gobierno de Salvador Allende nos obliga a pensar en el rol histórico que juega la Escuela Venezolana de Planificación (EVP) creada por el presidente Hugo Chávez el 4 de septiembre de 2006 y que tiene en el Instituto Venezolano de Planificación (Iveplan) fundado el 26 de marzo de 1983 su antecedente inmediato, y en la Escuela Latinoamericana de Gobierno, proyecto educativo esbozado por Matus, una postergada tarea.
Cimarronera sentipensante
En la EVP deben estar las cimarronas y cimarrones sentipensantes o como los llamaba Gramsci los intelectuales orgánicos cuya función es formar la vanguardia, así como el imperio tiene en sus tanques pensantes los diseños de políticas injerencistas. La EVP es, como lo expresa el portal web, una escuela cuya “misión académica fundamental es la docencia y, su objeto de acción es planificar como praxis socio-política, para el cambio estructural de la Venezuela capitalista rentista petrolera, todavía dominante, luchando por construir el socialismo solidario, incluyente y productor/productivo, donde el trabajo finalmente domine al capital”. Esto implica asumir la planificación como un constructo metodológico organizativo para concretar la utopía posible que no es otra que la Causa Social de la que nos habló Simón Rodríguez y cuyo objetivo era “hacer menos penosa la vida”. Es la misma causa que Simón Bolívar llamó “la mayor suma de felicidad posible” y Ezequiel Zamora retomó para crear una Patria bolivariana donde “no haya pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien”.
Planificación: la brújula de la revolución
Planificar como praxis socio-política implica conocer la historia para pensar el futuro desde el presente. El pasado es una fuente de altos valores culturales. Una revolución para que sea irreversible debe ser cultural. La planificación considera un abanico de escenarios para que la proyección al futuro sea factible y más en este momento definido como transición al socialismo en el que naciones de la Patria Grande “se ven compelidas y sacudidas por este tiempo específico, signado por el sucederse de situaciones caóticas e impredecibles que cada vez más alejan la posibilidad de un retorno a cierta estabilidad estructural” como lo expresó el profesor Leonardo Bracamonte, quien fuera presidente de la EVP.
La planificación es la brújula que nos ayuda a concienciar el pasado para organizar el pensamiento del presente con la finalidad de crear futuro. El personal docente investigador viene asumiendo el rol protagónico y no meramente participativo. Cada docente investigador de la EVP es un cimarrón sentipensante que forja la conciencia y la técnica de los funcionarios públicos para que estos trasciendan a servidores públicos, el poder constituyente así lo exige. La EVP está llamada a construir colectivamente la vía para la causa social de la que habla Simón Rodríguez.
Planifiquemos la Patria Comunal
Para Rodríguez, que irónicamente refrenda las definiciones de conceptos vinculados a la planificación de “los viejos roñosos del tiempo antiguo” y de “su ejemplo, los rancios del presente”, define sistemacomo “un conjunto de agentes, obrando de acuerdo, para producir un solo efecto, y si el sistema es artificial… un efecto determinado”; método “es una sucesión de acciones, dispuestas en el orden que pide la ejecución, sea de una obra material, sea de una mental”; modo “es todo lo que, sin alterar o destruir la esencia de las cosas o de las acciones puede ser constante o variable en ellas como en las cosas, las calidades, propiedades y estados y, en las acciones, el tiempo, la celeridad o lentitud, el lugar donde se ejecutan, los gestos, ademanes y actitudes del agente, y así: modo de ser, modo de estar, modo de obrar”; manera “derivado de MANO (y aunque la mano no intervenga en la acción) es el empleo de los miembros, o de los instrumentos que suplen por ellos y el aspecto que indica la hechura de las obras en la ejecución de un trabajo cualquiera como en pintura y en escultura, en arquitectura, en poesía y en estilo”; plan“es lo que se ve, de un golpe, en una extensión superficial y, por comparación la disposición de los objetos, que entran en una composición material o mental”, es decir, “las ideas que entran en la composición de un proyecto”; plano es “la delineación de un plan material, como la de un edificio, la de un campo, la de una nivelación, la de una agrimensa”.
Para Rodríguez “toda empresa, que no cuente con fondos, se queda en proyectos, y si los fondos no son seguros y constantes, la empresa cae”. Si leemos el decálogo entenderemos que la construcción, creación, recreación y cocreación de la Patria Comunal significa dar un salto gigante de más de 500 años donde quede atrás la contracultura impuesta por la lógica del Estado Liberal Burgués. Pero para ello, nos insiste Róbinson, “formen un plan de operaciones rurales, enseñen para que se ejecute y protejan para que se conserve”.