La pedagogía revolucionaria del venezolano Daniel De León [1852-1914], padre del sindicalismo estadounidense- Alí Ramón Rojas Olaya

 

Profesor investigador de la Escuela venezolana de Planificación

Resumen

Este artículo pretende rescatar el pensamiento socialista y pedagógico de Daniel De León [1852 – 1914] con la finalidad de conocer las raíces pedagógicas venezolanas como exigencia que permanece insatisfecha. Para ello se toma como sustento referencial la carta escrita el 22 de junio de 1913 extraída del ensayo “El padre del sindicalismo norteamericano” escrito por el padre del sindicalismo venezolano Rodolfo Quintero (1979). La carta en cuestión fue la respuesta a un artículo que escribiera su colega Charles H. Chase el 4 de mayo de 1913. En ella se respira la posición de Daniel De León por una pedagogía revolucionaria ante una educación que tiene como propósito “cultivar el arte de ser metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe” creando, en vez de personas críticas y emancipadoras, “pervertidos mentales” productos de una educación alienante basada en libros y metodologías que son en sí, toda una “basura insufrible” vaciada en los cerebros del estudiantado.


Palabras clave:
 Socialista, Sueldos de administración, administrador independiente, pervertido mental.

Introducción

Entendemos por pedagogía revolucionaria a aquélla que no se reduce a una simple transmisión del saber; sino a la práctica pedagógica que construye el conocimiento desde una concepción problematizadora [1], y que tiene como referente la lectura decodificadora de la realidad (diversa, compleja, conflictiva). Promueve una conciencia ético-crítica en el estudiante que atravesada por el diálogo, hace surgir una relación horizontal entre educador-educando, para producir un nuevo conocimiento a partir de esta experiencia (Freire, 1973).

La pedagogía revolucionaria, tal y como la exponemos en este trabajo, se enmarca dentro del paradigma Sociocrítico por fundamentarse en la crítica social, con un marcado carácter autorreflexivo. Este paradigma considera que el conocimiento se construye siempre por intereses que parten de las necesidades naturales y sociales, pretende la autonomía racional y liberadora de la mujer y del hombre y se consigue mediante la capacitación de los sujetos para la participación y transformación social. Utiliza la autorreflexión y el conocimiento interno y personalizado para tomar conciencia del rol de cada cual, para ello se propone la crítica ideológica que posibilita la comprensión de la situación de cada individuo y el descubrimiento de sus intereses. El conocimiento se desarrolla mediante un proceso de construcción y reconstrucción de la teoría y la práctica. El paradigma sociocrítico otorga voz al estudiante como sujeto activo del proceso de aprendizaje y trasforma la comunicación en un instrumento para el cambio.

La pedagogía revolucionaria plantea una ruptura epistemológica y ontológica de las posiciones egocéntrica [2] y antropocéntrica [3] de la cultura occidental, sin que esto signifique ignorar sus aportes. Se trata, más bien, de estudiarlos, no como el pensamiento único, sino como un pensamiento más que debe ser estudiado, un elemento más dentro de la pluriversidad epistémica [4]. La pedagogía revolucionaria asume la lucha de clases (marxismo) como génesis de la problemática cuestionando las relaciones de poder que generan en los seres humanos situaciones  asimétricas de las más diversas formas, y supera la visión estática del discurso monológico de la educación tradicional (depositaria de información, bancaria, en términos de Freire), que produce en el estudiante un efecto de pasividad y una lectura fragmentada de la realidad. Aquí la advertencia de José Martí (2001) “es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época, y la época” (:281), se inserta en las raíces mismas de la pedagogía revolucionaria. Didáctica que al contextualizar el conocimiento, potencializa en el educando una visión humanista, comprometida con la lectura del mundo, o sea, en el ejercicio de “una lectura crítica de la realidad” (Freire y Macedo, 1989; 56), que posibilita la visión esperanzadora de la transformación.

Con este artículo se pretende rescatar el pensamiento pedagógico de Daniel De León [1852 – 1914]. Para ello se toma como sustento referencial la carta que dirigiese a Charles H. Chase el 22 de junio de 1913 tomada del ensayo “El padre del sindicalismo norteamericano” escrito por el padre del sindicalismo venezolano Rodolfo Quintero (1979). En ella se respira su posición por una pedagogía revolucionaria ante una educación que tiene como propósito “cultivar el arte de ser metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe” creando, en vez de personas críticas y emancipadoras, “pervertidos mentales”.


¿Quién fue Daniel De León?

El padre del sindicalismo estadounidense, Daniel De León, nació en Caracas el 14 de diciembre de 1852 y murió en Nueva York el 11 de mayo de 1914. Este hecho es importante ya que gran parte de la bibliografía infoelectrónica consultada afirma que nació en Curazao o que, sencillamente, era estadounidense. Al respecto dice The Dictionary of American Biography (en Quintero, 1979, 10), 

(…) siempre dijo a sus amigos que era de nacionalidad venezolana y que su familia era rica y aristocrática. Sus partidarios lo pintan como un hombre de una disposición amigable, temperamento genial y de integridad incorruptible, feliz de vivir y morir pobre, con el solo pensamiento y la devoción de servirle a la causa de los trabajadores. 

Su familia se marchó a Curazao siendo Daniel un niño, por participar su padre, el cirujano Salomón De León, en conspiraciones y por asistir a reuniones políticas. Siguió sus estudios en Holanda y Alemania. En la Universidad de Leyden cursó Leyes, destacándose por su inteligencia y aplicación. En las horas libres lee y analiza el Manifiesto Comunista y sigue con marcado interés las actividades de la Asociación Internacional de Trabajadores. Mientras es atraído por los escritos de Marx y Engels se informa de las acciones de defensa de los obreros de distintos países hasta el punto de identificarse con la causa de los explotados, de las gentes que todo lo producen y nada poseen. Siente la necesidad de enfrentarse a los poderosos y piensa en el continente americano, Estados Unidos, donde también hay hambre y miseria. 

En 1872 se traslada a Nueva York. Ingresa como estudiante a la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia; seis años después obtiene el doctorado en Ciencias Políticas. Estudia y trabaja: se gana la vida dando clases de latín, griego y matemáticas en la Escuela de Thomas Harrington. Junto con José Martí y otros patriotas cubanos, adelanta acciones revolucionarias y colabora en un periódico escrito en español, dedicado a la independencia de Cuba.

Publica medulosos trabajos sobre temas de Derecho Internacional. A los 26 años ganó un concurso de oposición para asumir la cátedra de esa materia. Se le considera una autoridad en historia y jurisprudencia. Tenía una sólida preparación y todos reconocían y admiraban su capacidad de trabajo como profesor. Su “Labor lieutenantes of the capitalist class” (documento donde se muestra la lucha contra los agentes obreros de la clase capitalista) es considerada como exacta y magnífica por Vladimir Ilyich Lenin (Quintero, 1979, 51). Pese a todo, Daniel De León tuvo que abandonar la Universidad de Columbia por sus ideas socialistas y la defensa de los intereses de los obreros y del pueblo. Su actitud lo convirtió en una persona temida y odiada por los directores y profesores de la institución universitaria, financiada por capitalistas estadounidenses.

El día de su muerte no hubo acuerdos de duelo ni ofrendas florales de la Universidad de Columbia. Al entierro no asistieron ni profesores ni estudiantes. Sin embargo el féretro que llevaba sus restos fue cargado sobre hombros de ferroviarios, metalúrgicos, portuarios y demás obreros, negros, mujeres y hombres proletarios del pueblo estadounidense. “La muerte es vía, no término. Morir es seguir el viaje. La muerte es una victoria y cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo. Por eso, cuando se alce el vuelo hay que tener limpias las alas” (Martí, 1975). Y limpias las tenía el gran pedagogo crítico, sindicalista y revolucionario venezolano.


El socialismo de Daniel De León

Daniel De León fue un teórico socialista y un dirigente político. Estudió las obras de Karl Marx y Friedrich Engels e intentó aplicarlas a la lucha por la defensa de los derechos de las trabajadoras y trabajadores norteamericanos. Daniel De León participó activamente en 1886 en la campaña de Henry George, del Partido Laborista Unido (ULP), para la alcaldía de Nueva York. En 1889 se adhirió al movimiento de Edward Bellamy, quien había publicado una novela utópica, Looking Backward, que ensalzaba los valores del cooperativismo. Daniel De León colaboró con las actividades de José Martí en Nueva York y se identificó con los principios del internacionalismo proletario. Ambas acciones hacen pensar en los intereses de De León por las luchas al sur del Río Bravo y en todas las regiones del mundo (Quintero, 1979, 6). En 1890 se afilió al Partido Socialista Laborista (SLP), formación en la que pronto destacó como un brillante orador y donde desarrolló tareas de difusión de los escritos marxistas y de organización de sus cuadros, así como en la edición del semanario The People, del que fue director en 1892. 

Partidario de una línea política más radical, en 1895 se separó del SLP con la facción escindida de los “Caballeros del Trabajo” (Knights of Labor) y fundó la Unión Obrera Socialista (STLA). Como líder de este nuevo partido se presentó como candidato a las elecciones para gobernador de Nueva York (1891 y 1902) y varias veces a las del Congreso, pero siempre con poco respaldo de votos. 

Daniel De León pensaba, según Greaves (1972, 190) que, para alcanzar el socialismo, la clase obrera debía elegir para el parlamento a un partido socialista con apoyo de un sindicato industrial fuerte, a fin de crear un gobierno socialista. Él creía que, al hacer esto, la clase obrera controlaría al Estado y apresuraría el socialismo. Pensaba que la clase obrera debía elegir a su “Partido Socialista Obrero”, un partido que según él era la única organización auténticamente socialista en los Estados Unidos. Él profesaba que el socialismo podía ser logrado mediante las urnas, siempre y cuando el voto fuera apoyado por un sindicato industrial fuerte. Al respecto, De León dijo “El poder del voto revolucionario consiste en la organización industrial cabal de los productores organizados de tal manera que cuando éstos voten, la clase capitalista sepa que detrás de este voto está la fuerza para secundarlo” (En Greaves, 1972, 190).

Daniel De León, en sus palabras más o menos bien traducidas de su artículo “Al proletariado de España” fechado en marzo de 1898 (en Bonal García, 2007), consideró que la guerra era “un disparate monstruoso del sistema social en que vivimos”, donde señala: “¿Qué motivos de reyerta tenemos los trabajadores?” Y sigue: “La perla de las Antillas ha sido siempre un tesoro de vuestros tiranos y un flagelo adicional para vosotros”, una verdad como un templo, dado que, debido al rescate en metálico de los hijos de los ricos, a la guerra iban exclusivamente los pobres (podemos leer con provecho las memorias de Santiago Ramón y Cajal que estuvo en Cuba como médico militar). Y termina diciendo que aunque muchos carezcan de conciencia de clase, y sean absorbidos y llevados a la guerra por sus explotadores (una de las primeras películas de Estados Unidos se titula “Abatiendo la bandera española” y también se rodaron allí, con maquetas, las batallas navales de la contienda) “a través del humo de los cañones, nosotros, el proletariado consciente de Estados Unidos, alargamos la mano a la clase obrera española en señal de hermandad”.

El 12 de febrero de 1899 Daniel De León escribió un editorial en respuesta a la represión del ejército norteamericano en la lucha filipina de 1899. El editorial se titulaba “Libertad a punta de baqueta” (En Weston, 2005). 

“La batalla de la semana pasada en Manila dicen que ha costado la vida a más de 5.000 filipinos. Estos hombres tenían una idea de que su país de nacimiento era suyo. Con las armas en la mano, se resistieron al yugo español y consiguieron incluso que la soberanía española sobre el archipiélago nunca fuera más que un hecho nominal. Estalló una pelea entre su tirano y una nación extranjera. Vieron con alegría lo que parecía una interposición divina y ayudaron a Estados Unidos para expulsar a los españoles. Liberados de España se imaginaron libres de todo yugo extranjero.

No fue así. Nuestro gobierno capitalista inmediatamente proclamó la posesión a través de la ‘conquista’ y asumió el papel de dispensador de la libertad con un estilo bastante propio. ‘Estos filipinos’, decía nuestro gobierno, ‘no saben lo que significa la libertad; debemos enseñarles’. La enseñanza se está produciendo ahora; han recibido la primera lección. Con la baqueta como instrumento, la ‘libertad’ es clavada en las gargantas de los patriotas insurgentes a quienes nuestros capitalistas expansionistas insultan con el nombre de ‘insurgentes’.

Pero el proceso de libertad a punta de baqueta [5] no está ocurriendo sólo en la lejana Filipinas. Por cada filipino masacrado más allá del Pacífico un trabajador es masacrado o se está poniendo la base para que se masacre también aquí en Estados Unidos. Sólo sobre los cuerpos postrados de los ‘insurgentes’ filipinos nuestro gobierno puede marchar hacia el establecimiento de su peculiar ‘libertad’ y promover su sistema social en ese archipiélago. El establecimiento de fábricas norteamericanas en Filipinas es equivalente a un proceso de nivelación de salarios aquí al que se le dará el nombre de “igualación”, pero que en realidad significa MUERTE”.”

Carta de Daniel De León a Charles H. Chase

A Carlos H. Chase

Universidad de Columbia

22 de junio de 1913

Hay otro asunto que en su artículo del 4 de mayo menciona de una manera que da lugar a falsas interpretaciones. Tal asunto se encuentra en el siguiente pasaje: “Aunque las universidades están hasta cierto punto corrompidas, yo espero que ningún socialista se afecte por el conocimiento de ese hecho, y deje pasar la oportunidad que se presente de aprovechar las ventajas que puedan, no obstante, lograrse de ellas”.

El punto de vista expresado en dicho pasaje es, por lo menos indiscreto, como expresión de opinión en este tiempo de fermentación social. Salas de conferencias sobre mineralogía, astronomía, cálculo diferencial, derecho, electricidad, anatomía, sobre todas éstas y otras materias semejantes, no llegarán a ser, probablemente, centro de corrupción mental. Es verdad. Es verdad que puede haber, y a menudo la hay, corrupción en el nombramiento de profesores de estas y otras ramas, pero la corrupción termina allí. La razón es obvia. No hay motivos para desviar la instrucción. Puede ser que no estén al día; puede hasta haber ignorancia. Sin embargo, no es probable que haya el firme propósito de corromper y engañar.

Pero la cosa es diferente con respecto a las ciencias sociales. Algunas indirectamente, la mayor parte directamente, presionan sobre la lucha de clases. En verdad, resulta difícil señalar una rama de las ciencias sociales que no nazca de las palpitaciones de la lucha de clases: están comprometidos intereses materiales. Y es principio establecido que los intereses materiales de una clase gobernante, en parte, fomentan la inmoralidad. Fomentar la incapacidad para razonar en el campo de la sociología, es una de las prácticas corrompidas de los intereses materiales de la clase gobernante.

Como ejemplo, tomemos el libro Introducción a la Economía, por Henry Rogers Seager, profesor de Economía Política de la Universidad de Columbia. En la sección 130, que lleva como anotación marginal “Definición de Salarios”, asienta: “Los salarios, tal como se emplea el término en la economía, incluyen todas las ganancias asignadas a los hombres por su trabajo, desde los más bajos salarios a destajo hasta los más altos sueldos anuales y los sueldos de administración”. En las secciones 97 y 98, se define a los “sueldos de administración”, como la participación del producto que le toca al “administrador independiente”, es decir, al empleador independiente del trabajador; en otras palabras, un capitalista. Y los dichos “sueldos de administración”, dice el profesor, “pueden ser una suma considerable”.

Observemos las acepciones confundibles que se dan a la palabra “salario” y “asignado” en tales pasajes. Con respecto a “asignado”, no es posible imaginarse que se “asigne” algo sin que haya una persona que “asigne”. Y los dos no pueden ser la misma persona. Excepto, por supuesto, en las transacciones comerciales fraudulentas de la burguesía. Quien asigna los salarios a los proletarios, es el empleador. Quien asigna sus sueldos de administrador al empleador es ¿quién?, pues el empleador mismo.

He aquí un libro que pretende ser científico, un libro escrito por un profesor universitario de Economía Política, donde en una definición de salarios se usa la palabra “asignado” para confundir. Se emplea esta palabra en el desempeño de dos funciones gramaticalmente casi irreconciliables y económicamente opuestas. Primero, la función del empleador de pagar a sus esclavos asalariados el precio de su capacidad de trabajo; segundo, la función opuesta del mismo empleador de meter ganancias a sus propios bolsillos.

En cuanto a “salarios”, la palabra en economía implica la existencia de un esclavo asalariado económico, el recibidor del salario, quien es despojado de la mayor parte de su producto, y de un amo económico de esclavos asalariados, el dador de la limosna del salario, el despojador. En la sociología, la palabra, además, implica el centro tormentoso de una violenta lucha, la lucha, por un lado de la clase de los esclavos asalariados para liberarse del yugo; la lucha, por otro lado, de la clase de los amos de los esclavos asalariados, por conservarles el yugo puesto. Finalmente, en el campo de la psicología, la palabra brinda un ejemplo de similitud entre los métodos y las claves utilizados por los criminales, y los métodos de los capitalistas para disfrazar su identidad. Los criminales que son fotografiados para la Galería de los Pillos, generalmente hacen gestos con el fin de que no se les reconozca la cara; psicológicamente, el subconsciente de la criminalidad de su clase, hace que el capitalita recurra a los “gestos de cara”, llamando a su despojo “sueldo” y presentándose como un “ganador de salario”. En el libro citado, un profesor de universidad, al definir los salarios, legítimamente se refiere al distintivo del esclavo asalariado, e ilegítimamente a las “ganancias”, al distintivo del grupo de despojadores económicos. En otras palabras, ayudando en una especie de fotografía económica a la clase capitalista a “hacer gestos” para disfrazar su identidad.

El libro del profesor Seager, aunque en muchos aspectos no es peor que otros libros de profesores universitarios sobre Economía, es típico en su clase. La definición de salarios hecha por el ilustrado profesor, pone de manifiesto el propósito de los departamentos económicos y sociológicos de las universidades modernas, de cultivar el arte de ser metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe; y el estudiante que haya caído bajo su encantamiento, para recobrar la dignidad de la especie homo sapiens, para volver a ser un hombre y no un pervertido mental, debe despojarse, como bien ha expresado un excelente observador, de los “novecientos noventa y nueve baúles de basura insufrible”, con que lo llenaron durante sus años de universidad o de colegio.

Con mucha razón, hace ya once años, otro profesor de la Universidad de Columbia, Munroe Smith, en un llamamiento para recabar fondos para la universidad, se dirigió a los ricos, no porque son los ricos los que tienen dinero para hacer donativos, sino con el argumento expreso de que el clima socialista ponía en peligro la posición de los ricos, y que éstos no encontrarían baluarte mejor que las universidades, donde la juventud se prepara. Nuestras universidades son luces en la playa de sotavento.

Es saludable la esperanza de que “ningún socialista se afecte” por la situación corrompida y corruptora de las universidades, hasta el punto de dejar pasar “la oportunidad que se presente de aprovechar las ventajas que puedan, no obstante, lograrse de ellas”. Saludable es esa esperanza, siempre que vaya acompañada de la recomendación de que el socialista, que como estudiante entra en el recinto de una universidad, lo hace bajo el mismo principio y para el mismo propósito, que los estudiantes entran a un local infestado de microbios. Fortalecido por la ciencia económica y sociológica, armado con una mente sana y lógica, inmune al contagio de la economía y la sociología oficial burguesa, el socialista puede sacar grandes ventajas de nuestras universidades. Pero no fortalecido de esta manera, es imposible decir qué clase de inválido mental será el que reciba su diploma cuando se gradúe.

Fraternalmente, 

Daniel De León 


¿Qué es la pedagogía revolucionaria?

Hemos reproducido en su totalidad el contenido de esta carta por su marcada significación y aporte a la pedagogía revolucionaria. Escrita hace noventa y seis años en vísperas de la primera Guerra Mundial y seis años antes del triunfo de los “esclavos asalariados”. Las opiniones de Daniel De León sobre la misión y las funciones de las instituciones universitarias burguesas mantienen su validez en gran parte de Latinoamérica, en Estados Unidos y en general en el mundo capitalista. Quintero (1979) resume que Daniel De León en esa carta “expresa la firmeza, convicción, claridad, rectitud inquebrantable de un brillante profesor universitario que abandonó la cátedra para confundirse con las masas explotadas, orientarlas y llevarlas en el país símbolo del capitalismo, algún día, hacia la victoria integral” (: 15). Esa carta es un “documento propio de un precursor” (: 15) que apostaba por la corriente liberadora y de emancipación.

La corriente liberadora en la cual se sustenta la pedagogía revolucionaria es la herramienta conceptual necesaria para hacer frente a un mundo de transformaciones sociales. Dicho instrumento teórico da luz conceptual al docente para que éste pueda comprender su acción docente a través de contraponer impropios modelos a su actitud y las acciones emprendidas dentro del aula, como por ejemplo, los baúles de libros de “basura insufrible” vaciados en las cabezas del estudiantado del cual habla De León (en Quintero, 1979, 14). Se considera que los enfoques de la pedagogía revolucionaria son conocimientos por medio de los cuales se puede interpretar la práctica profesional al tener mayor conocimiento y entendimiento de los qué, por qué y para qué de su tarea docente. 

Daniel De León aborda el concepto de Didáctica no sólo como las estrategias que permiten una transmisión curricular y cultural sino como la dimensión social del currículo en cuanto a transmisión de valores sociales, culturales y personales. Apreciamos que en las formas de aprender, de enseñar y de relacionarnos, con nuestras y nuestros estudiantes, con nuestras y nuestros colegas, con las familias de aquéllas y aquéllos o con los demás integrantes de la comunidad, estamos transmitiendo no sólo contenidos culturales, informativos, sino concepciones vitales respecto al poder. Ejemplos de esto son los pasajes de la carta donde De León habla de las acepciones confundibles que se dan a la palabra “salario” y “asignado” y de la conclusión que él obtiene en relación a los propósitos de los departamentos económicos y sociológicos de la universidades modernas: “cultivar el arte de ser metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe” (: 14). La forma asimétrica o simétrica de entablar un proceso de comunicación con otro individuo o grupo está transmitiendo cómo entendemos que deben ser las relaciones personales dentro de una red específica de poder. Resulta obvio que en la Universidad de Columbia para la época que le tocó vivir a De León, y con toda seguridad ahora, el proceso de comunicación entre el cuerpo docente y el estudiantado es asimétrico.

De León entendía por pedagogía revolucionaria a aquélla que no se reduce a una simple transmisión del saber; sino a la práctica pedagógica que construye el conocimiento desde una concepción problematizadora [6], y que tiene como referente la lectura decodificadora de la realidad (diversa, compleja, conflictiva). De León promueve una conciencia ético-crítica en el estudiantado de la que hablaría muchos años después el filósofo argentino Enrique Dussel (1998), que atravesada por el diálogo, hace surgir una relación horizontal entre educador-educando, para producir un nuevo conocimiento a partir de esta experiencia (Freire, 1973).

La pedagogía revolucionaria, tal y como la expone Daniel De León, se enmarca dentro del paradigma Sociocrítico por fundamentarse en la crítica social, con un marcado carácter autorreflexivo. Este paradigma considera que el conocimiento se construye siempre por intereses que parten de las necesidades naturales y sociales, pretende la autonomía racional y liberadora de la mujer y del hombre y se consigue mediante la capacitación de los sujetos para la participación y transformación social. Utiliza la autorreflexión y el conocimiento interno y personalizado para tomar conciencia del rol de cada cual, para ello se propone la crítica ideológica que posibilita la comprensión de la situación de cada individuo y el descubrimiento de sus intereses. El conocimiento se desarrolla mediante un proceso de construcción y reconstrucción de la teoría y la práctica. El paradigma sociocrítico otorga voz al estudiante como sujeto activo del proceso de aprendizaje y trasforma la comunicación en un instrumento para el cambio. 

La pedagogía revolucionaria tal y como la entendía Daniel De León asume la lucha de clases (marxismo) como génesis de la problemática cuestionando las relaciones de poder que generan en los seres humanos situaciones asimétricas de las más diversas formas, y supera la visión estática del discurso monológico de la educación tradicional (depositaria de información, bancaria, en términos de Freire), que produce en el estudiante un efecto de pasividad y una lectura falsa, o en el mejor de los casos fragmentada, de la realidad. Aquí la advertencia de José Martí (2001) “es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época, y la época” (:281), se inserta en las raíces mismas de la pedagogía revolucionaria. Didáctica que al contextualizar el conocimiento, potencializa en el estudiante una visión humanista, comprometida con la lectura del mundo, o sea, en el ejercicio de “una lectura crítica de la realidad” (Freire y Macedo, 1989; 56), que posibilita la visión esperanzadora de la transformación. Daniel De León al hablar sobre la definición que de salarios da el ilustrado profesor Seager, legítimamente se refiere al distintivo del esclavo asalariado, e ilegítimamente a las “ganancias”, al distintivo del grupo de despojadores económicos. En este ejemplo Daniel De León fotografía a la clase capitalista haciendo gestos como los criminales de la Galería de los Pillos para disfrazar su verdadera identidad.

Conclusiones

¿Por qué mostrar una carta escrita por un intelectual venezolano prácticamente desconocido? La respuesta es inmediata. En ella se muestra la concepción sociocrítica de un educador y dirigente socialista venezolano que fue uno de los fundadores del sindicato International Workers of the World (IWW) y destacado líder del movimiento obrero en Estados Unidos a principios del siglo XX. De León abogó toda su vida por una democracia protagónica y participativa, medularmente humanística y por ende antiimperialista.

De León en su carta respuesta al profesor de filosofía Charles H. Chase hace énfasis en un pasaje de la misma en la que su colega norteamericano le dice: “Aunque las universidades están hasta cierto punto corrompidas, yo espero que ningún socialista se afecte por el conocimiento de ese hecho, y deje pasar la oportunidad que se presente de aprovechar las ventajas que puedan, no obstante, lograrse de ellas”. De León le responde asumiendo que las instituciones dedicadas a la educación son centros de corrupción mental donde se imparte una instrucción que defiende el capitalismo y que tienen el firme propósito de corromper y engañar al estudiantado. En relación a las ciencias sociales, De León dice que presionan sobre la lucha de clases bien directa o indirectamente y que ellas nacen de las palpitaciones de la lucha de clases ya que están comprometidos intereses materiales. Y es principio establecido que los intereses materiales de una clase gobernante, en parte, fomentan la inmoralidad. Fomentar la incapacidad para razonar en el campo de la sociología, es una de las prácticas corrompidas de los intereses materiales de la clase gobernante.

De León hace referencia al texto “Introduction to Economics” publicado en Nueva York en 1904 por el economista estadounidense Henry Roger Seager. Para el investigador y sindicalista venezolano, ese libro junto con el resto de textos utilizados en los estudios es basura insufrible vaciada en las cabezas de los estudiantes durante sus años de universidad o de colegio.

Daniel De León comprendió que en Estados Unidos la igualdad entre los seres humanos no es sólo un principio jurídico, sino una realidad al desaparecer las clases sociales, ya que todos tienen las mismas necesidades y, por tanto, los mismos derechos. Cada pueblo adquiere la posibilidad de organizar su vida de acuerdo con sus tradiciones, costumbres, idioma, psicología y cultura. Que la discriminación racial es inconcebible, porque lo humano no está en los rasgos físicos del hombre, ni en el nivel de evolución en que se encuentran las razas que pueblan el mundo. Lo esencial del hombre es la facultad de crear, la capacidad de razonar, de conocer la realidad y transformarla. Que todo esto es propio, signa la vida de los hombres cuando se organizan en una sociedad socialista. Donde se multiplican los bienes materiales para que nadie carezca de ellos. 

Su gran objetivo, y en esto coincide con Simón Rodríguez, es el hombre del futuro, sin que exista alguien que lo explote y que no pueda explotar a sus semejantes. El hombre que tenga satisfechas sus necesidades biológicas y sociales. En el régimen capitalista quien labra la tierra, maneja máquinas, construye edificios, mantiene transportes y comunicaciones, sabe que las obras de sus manos y de su inteligencia no son para él, sino para los propietarios del dinero y de los instrumentos de trabajo. En el sistema socialista, el que se dedique a cualquier labor sabe que su esfuerzo al incrementar el patrimonio de la colectividad, aumenta el suyo. Bajo el capitalismo, la inmensa mayoría de los individuos son constructores de lo ajeno. En el socialismo son creadores de lo propio

La revisión de teóricos socialistas se hace necesaria para una eficiente construcción colectiva del socialismo del Siglo XXI. Coincidimos con Mosquera (2005) en dos aspectos de su columna, la primera, cuando dice que “el socialismo del siglo XXI no se puede crear sobre el vacío, ignorando el trabajo de los socialistas anteriores” y en segundo lugar, en las escasas referencias de autoras y autores latinoamericanos y caribeños y las prolijas citas de teóricos clásicos europeos como “un residuo de la mentalidad colonial que nos han tratado de instalar durante cientos de años”. La contribución del legado de Daniel De León constituye una fuente de las que hemos de beber no sólo para alimentar nuestro pensamiento sino para la mejor construcción colectiva de un mundo verdaderamente humanístico.


Referencias bibliográficas

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Freire, Paulo. (1973). La Educación como Práctica de la Libertad. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

Freire, Paulo y Macedo, Donaldo. (1989). Alfabetización. Lectura de la palabra y lectura de la realidad. Barcelona, España: Paidós y Ministerio de Educación y Ciencia.

Greaves, Charles Desmond. (1972). The life and times of James Connolly. Londres, Inglaterra: Lawrence & Wishart

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Martí, José. (2001). Escuela de electricidad. En Centro de Estudios Martianos (Compilación), Obras completas. Vol. 8. [281-284] [CD]. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos-Karisma Digital.

Mosquera, Julio. (2005). Fuentes para el estudio sobre el socialismo del Siglo XXI: Daniel De León. Caracas, Venezuela: Aporrea. org. 

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República de Venezuela. (1961). Constitución de la República de Venezuela. Caracas, Venezuela: Autor.

Rojas Olaya, Alí Ramón. (2009). Currículo de la indignación y la ley del desagravio. Caracas, Venezuela: Fondo Editorial Ipasme.

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Notas

1. Al respecto Freire (1988) afirma: “En tanto la concepción ‘bancaria’ enfatiza la mantención [manutención], la concepción problematizadora refuerza el cambio” (96).

2. El egocentrismo es sentirse el centro del mundo y de los acontecimientos.

3. El antropocentrismo define a una serie de corrientes filosóficas que colocan al hombre como medida de todas las cosas, fuera de la naturaleza y por consiguiente, todo estaría subordinado a sus intereses. Las causas de la supuesta superioridad sobre el resto de los seres vivos pueden ser diversas: por decreto divino, por su inteligencia y capacidad creativa. Las raíces del antropocentrismo se hunden en la noche de los tiempos, en el surgimiento del Estado y las clases sociales. Las sociedades cazadoras y recolectoras no podían tener una visión cosmogénica en la que el ser humano se encontrara por encima de la naturaleza. El hombre formaba parte de su entorno y dependía directamente de él, podía cazar y ser cazado, comer y ser comido. Nada en su entorno le sugería que fuera «superior» al resto de las especies con las que competía. Para el antropocentrismo moderno nada tiene sentido ni valor, sino es como parte de los proyectos del capital. Detrás de la imagen del hombre soberano se oculta la entronización fría y despiadada del capital. La dominación de la Tierra adquiere así una nueva interpretación. Es el capital el que está destinado a dominar la tierra. Las selvas, los mares, la atmósfera y los seres vivos, están a su servicio y deberán ser sacrificados si es necesario, en nombre del eterno crecimiento económico. El antropocentrismo moderno no es más que una máscara del capitalcentrismo crudo y descarnado de nuestra modernidad. (Mompó, 2008).

4. La búsqueda de interlocución que sea capaz de atravesar los muros e instaurar el diálogo, puede ser capaz de articular un criterio de necesidades de raíces plurales y por tanto de una pluriversidad como efectiva universalidad que no reduzca esta última a la afirmación de una particularidad sobre la base de la negación de otras particularidades.

5. La baqueta es una vara delgada de hierro o madera con un casquillo de cuerno o metal, que servía para descargar y limpiar el fusil.

6. Al respecto Freire (1970) afirma: “En tanto la concepción ‘bancaria’ enfatiza la mantención [manutención], la concepción problematizadora refuerza el cambio” (: 96).